Alejandro Ccasa esperó seis días en una fila de más de 200 personas para llenar con oxígeno el tanque que debía usar su tío, infectado con el virus que ha matado a miles en Perú.

La distribuidora Criogas es uno de los pocos sitios que ofrece el vital elemento a 5,5 dólares el metro cúbico en un país donde los revendedores sextuplican el precio y los familiares agotan todo su dinero para asistir a sus enfermos.

Alejandro soportó el frío de la madrugada, el calor del día, pasó horas sin comer. “Hacemos hasta lo imposible por conseguir el oxígeno”, dijo el joven de 28 años sentado en el piso, con las manos unidas y la mirada puesta en el cielo porque ya estaba en el primer lugar de la cola.

Se desconoce la demanda de oxígeno de los pacientes que se atienden en su casa y no en los hospitales peruanos por la falta de camas. Según datos oficiales, en las clínicas se requieren unas 250 toneladas de oxígeno por día y la mayor empresa local apenas produce 220.

Para llenar un tanque no sólo se necesita dinero y tiempo, sino también fortaleza mental para no desesperarse mientras la fila avanza lentamente y los balones dan vueltas y chocan entre sí provocando un sonido parecido a cuando doblan las campanas. Los seis días que Alejandro estuvo en la fila observó a varios recibir una llamada anunciándoles que el familiar había muerto.

El vital elemento ha dejado endeudados a miles de peruanos. Santiago —tío de Alejandro y confeccionista de ropa de 68 años— utiliza oxígeno desde hace siete días y en este tiempo la familia ha gastado 6.800 dólares en un país donde el sueldo básico es de 255. En la desesperación algunos han sido estafados a través de las redes sociales donde abundan avisos de venta de oxígeno, indicó la policía.

Cada mañana los agentes verifican que la fila frente a la distribuidora Criogas esté ordenada y expulsan a los que fingen ser familiares de enfermos para comprar oxígeno barato y revenderlo a más de seis o siete veces su valor original.

Alejandro y sus familiares recorrieron decenas de distribuidoras en busca de oxígeno para el tío Santiago, quien acogió a Alejandro cuando era niño y quedó huérfano de padre. Pese al esfuerzo el oxígeno en la sangre de Santiago descendió el martes a 34%, un nivel grave porque los niveles normales deben estar por encima de 95%.

Los concentradores portátiles de oxígeno, máquinas que generan el vital elemento y que se han convertido en otra alternativa, son escasos y los disponibles “tienen costos exorbitantes”, dijo el joven, nacido en Cusco y que aprendió de su tío el oficio de confeccionar prendas.

Las dificultades para conseguir oxígeno para los enfermos de coronavirus en Perú son similares a las que se registran en otras partes de Latinoamérica, como en México o en la ciudad brasileña de Manaos.

En enero, cuando una segunda ola del nuevo coronavirus provocó el colapso de las salas de emergencia de los hospitales, muchas personas como el tío de Alejandro prefirieron recibir tratamiento en su hogar porque sabían que iban a ser rechazadas. “En los hospitales quieren que tengas 0% de saturación de oxígeno en la sangre para que recién te atiendan”, se quejó Alejandro.

En casa Santiago fue atendido por una enfermera particular al tiempo que recibió un cóctel de medicamentos recomendado por un neumólogo. El confeccionista de ropa resistía la enfermedad mientras escuchaba la música ejecutada con una mandolina por "Condemayta de Acomayo", un conjunto musical en lengua quechua de las aldeas altas de Cusco, la antigua capital de los Incas.

En menos de un año el COVID-19 ha causado la muerte de más de 41.000 personas y más de 1,1 millones se infectaron en Perú.

En 10 regiones del país, incluida Lima, rige una cuarentena de dos semanas que ha provocado el cierre de gimnasios, iglesias y casinos y que incluye un toque de queda nocturno.

Por la elevada demanda, el tanque de Alejandro, de 10 metros cúbicos, fue llenado al 40% de su capacidad. Cuando iba en un taxi rumbo a casa su celular sonó: su tío había sido llevado a la emergencia de un hospital. La saturación seguía en descenso, por debajo de 20%. Después se informó que no resistió y falleció.

Santiago era un hombre que había nacido en las alturas de Cusco, corría todas las mañanas y se alimentaba con comida saludable, recordó Alejandro.

“Tenía unos pulmones tremendos, era deportista, por eso no dejó de hablar hasta el final", dijo Alejandro. "Yo siempre, por mi parte, le dije que lo quería, hasta el último”, comentó.

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